OLVIDEMOS que el sionismo nació en el siglo XIX en Europa arrogándose unilateralmente el derecho a crear un Estado judío en Palestina, comenzando ya entonces la colonización de “Tierra Santa” y el progresivo desplazamiento de palestinos.
OLVIDEMOS que la fundación de Israel como Estado de mayoría judía sobre la Palestina histórica de mayoría árabe se basó en un plan sistemático de expulsión de más de 800.000 palestinos/as de sus tierras entre 1947 y 1949 en lo que se denomina la “Nakba” (“catástrofe” en árabe). Cálculos de la propia ONU cifran en aproximadamente el 80% la población palestina de entonces expulsada, en un auténtico ejercicio de “limpieza étnica”.
OLVIDEMOS a las/os 300.000 palestinas/os que engrosaron la lista de expulsiones en 1967 tras la conocida como la guerra de los Seis Días.
OLVIDEMOS que la Nakba, en realidad, nunca terminó y se prolonga ya desde hace 75 años con el permanente robo de tierras palestinas para los asentamientos judíos, la destrucción de viviendas y tierras agrícolas palestinas por colonos judíos, las deportaciones, las periódicas masacres de civiles, y la negación del derecho al retorno. De hecho a día de hoy alrededor de 1.100.000 palestinas/os, cientos de miles más que en la Nakba de 1948, están siendo expulsados del norte de Gaza por el ejército sionista.
OLVIDEMOS a los más de 7 millones de palestinos y palestinas refugiadas y desplazadas a quienes Israel ilegalmente impide el regreso a su tierra, en flagrante incumplimiento de la resolución 194 de Naciones Unidas de 11 de diciembre de 1948, que establece el derecho de retorno de los desplazados o de indemnización para quienes decidan no volver.
OLVIDEMOS que incluso los 1,6 millones de “árabes israelíes”, descendientes de los palestinos desposeídos de sus tierras que quedaron dentro de las fronteras de lo que a partir de 1948 se llamó Israel, son legalmente tratados como ciudadanos de segunda por no ser judíos en un auténtico régimen de apartheid que comparten con el resto de palestinos en su propia tierra.
OLVIDEMOS el derecho y el deber de cualquier pueblo ocupado a su legítima defensa y a luchar por su liberación. La actual es una guerra contra todo el pueblo palestino y su Resistencia, y NO contra una organización concreta o contra el terrorismo, como de forma maniquea nos presentan algunos medios de comunicación. No caben, por tanto, falsas equidistancias y los silencios son cómplices del genocidio.
OLVIDEMOS el doble rasero que se aplica al conflicto palestino-israelí comparado con la guerra en Ucrania donde, con un absoluto desprecio a sus antecedentes, sí se nos señala interesadamente quién es agresor y quién agredido mientras que en este caso se obvia quién es el ocupante y quién el ocupado.
OLVIDÉMONOS de que la CRUE y sociedades científicas españolas se posicionen en este caso del lado del pueblo ocupado ni de que mandaten la suspensión de relaciones científico-académicas con instituciones israelíes, como sí lo han hecho con las de Rusia. Tampoco la página web de la UMH abrirá mostrando una bandera palestina.
Pero NUNCA OLVIDEMOS esto:
¡¡¡ PALESTINA VENCERÁ !!!
Y la gente judía a la que con mucho gusto pertenezco, y en cuya mentalidad me siento profundamente arraigado, no tiene para mí un tipo de dignidad diferente a la que tiene el resto de la gente (Albert Einstein, 1954).
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