Las dinámicas laborales abrumadoras a las que se somete a la clase trabajadora en el día a día, dificultando el acceso a condiciones dignas de vida que permitan reproducir la fuerza de trabajo, acercan inevitablemente las economías familiares a la pobreza. El hecho de que los salarios fijados en muchos de los convenios colectivos firmados por los sindicatos mayoritarios no alcancen el salario mínimo interprofesional deja a la clase obrera desconcertada, en una situación en la que su herramienta de organización principal, el sindicato de clase, en lugar de defender sus derechos, le da la espalda para proteger los beneficios patronales. Estos hechos ocurren demasiado a menudo, y repercuten especialmente en las mujeres trabajadoras por ser nosotras las que tenemos los contratos más precarios y las mayores tasas de parcialidad forzosa.
Es de sobra conocido que, en el caso de que sea necesario que algún miembro de la unidad familiar se reduzca la jornada o directamente pida una excedencia para realizar tareas de cuidados de infantes y mayores, seamos generalmente las mujeres las que abandonemos nuestras expectativas de promoción profesional para el mantenimiento familiar. Esto se refleja claramente si analizamos el valor medio de las pensiones contributivas por sexos. No hace falta mucha más argumentación para poner de relieve que el patriarcado, aunque se disfrace de tolerante, diverso, deconstruido o reformista, está vivo y vigente, y que la lucha por la igualdad se ha de seguir dando desde las organizaciones sindicales con clara concepción de clase.
Llegan tiempos convulsos en los que la amenaza de la guerra contra los pueblos se nos impone sin que se remuevan las conciencias, entra suave como un guante justificada por la ideología dominante, que abraza prácticas fascistas para mantener su hegemonía geopolítica aniquilando física y políticamente lo que interfiera en los intereses del imperialismo yanki-sionista. ¡Que se lo pregunten al pueblo palestino! Conocemos las pretensiones de incrementar el presupuesto militar hasta niveles que, según los propios voceros del capitalismo, harán temblar los cimientos del mal llamado ‘estado del bienestar’. En breve nos impondrán recortes adicionales a los que sigilosamente ya se están dando en servicios básicos como la sanidad y la educación. Las campañas de reclutamiento para carne de cañón de clase obrera ya han dado comienzo en los institutos. Para el reclutamiento no habrá discriminación por sexos. Para ir al frente a morir se nos concede automáticamente la igualdad.
Es, por todo ello, imperiosamente necesario que las mujeres trabajadoras nos organicemos entorno a espacios feministas de clase para reivindicar nuestros derechos, en contra del patriarcado, en contra de la desigualdad estructural que se nos impone como clase y como género.
En este 8 de marzo no olvidamos a las compañeras trabajadoras de la Cafetería del Edificio Altabix, que mantuvieron una lucha ejemplar por la defensa de sus puestos de trabajo. Sobre las conciencias de los responsables del cierre de la cafetería quedará el lastre de no haber sabido resolver competentemente la problemática de una forma beneficiosa para las trabajadoras y para la comunidad universitaria.
¡¡Por un 8 de Marzo de lucha y combativo!!
¡¡Por la unidad sin fisuras de las mujeres trabajadoras!!
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